Imagina que tienes una entrevista de trabajo. Es importante para ti. Tienes preparado tu curriculum, las respuestas a las posibles preguntas, incluso la postura que vas a adoptar en la silla para transmitir seguridad.
El contenido está perfectamente diseñado. Llevas tiempo preparándolo. Sin embargo te presentas con una apariencia descuidada, con una ropa poco adecuada. El efecto: no ofreces ningún valor añadido y tus palabras parecen poco serias porque no les acompaña la forma.
Traslada este ejemplo a la presentación de un texto que llevas tiempo trabajando. El contenido está bien estructurado, las conclusiones cuidadas con esmero. Es una novela, un libro de relatos cortos, una tesis doctoral, un manual académico. Por muy importante que sea su contenido, si no lo retamatas con una buena y adecuada maquetación, tu trabajo pierde su valor.
Todo comienza por la elección de una adecuada tipografía, sin conformarse con los valores predeterminados, que se vengan establecidos en el procesador de textos. Entre un tipo de letra serif y una sans serif existen unas diferencias claras. Una sans serif o de palo seco es perfecta para darle cierto aire moderno, ligero, fresco al texto, en cambio si tienes que maquetar un libro, lo mejor es acudir a una serif. ¿Por qué?, pues porque es más fácil de leer en documentos largos.
El interlineado debe ayudar a la legibilidad y la justificación ofrecer equlibrio. Eso sí, evitando los ríos entre palabras, esos espacios excesivos que quedan cuando la justificación es forzada. La razón es simple, porque conseguiremos el efecto contrario: la dificultad de lectura.
Las faltas ortográficas o los errores gramaticales conllevan, por parte del lector, al cuestionamiento de la capacidad de quien ha redactado el escrito.
Una maquetación adecuada y una cuidada corrección del texto son los ingredientes perfectos para preparar el mejor plato para el intelecto.
ADRIPPI EDITOR 2013