martes, 4 de junio de 2013

¿LIBRO ELECTRÓNICO? ¡UNA PERVERSIÓN DEL CAPITALISMO, CHICO!



Durante mi último año de Universidad me compré mi primer ordenador. Atención, un Amstrad PCW 8256. Era una máquina de escribir electrónica con un pantallazo de fósforo verde que hizo incrementar con alevosía y diurnidad las dioptrías de cada uno de mis ojos, que camaleónicas, se dispararon cada una por su lado y sin ponerse de acuerdo en la cantidad.

Era la época en que los ordenadores personales hacían su primera irrupción. Estaban asomando los primeros PC's.

Cada vez que salía el tema de la informática, una compañera de clase gritaba histérica que esas máquinas nos quitarían, a los futuros docentes, el puesto de trabajo. No le entraba en la cabeza que para dar clase se necesitaba algo más que repetir unos datos de forma mecánica.

Hoy el ordenador está integrado en la clase. Es una herramienta, no un protagonista.

Esta anécdota sale del recuerdo porque hace unos días me llegó unas declaraciones del escritor norteamericano Johathan Franzen que catalogaba al libro electrónico como una perversidad del capitalismo y, con cierta sorna, comentaba la aberración de leer un libro en un aparato que era inservible si le caía un vaso de agua encima.

Bien, Mister Franzen, imagine un libro de papel que cambiara el contenido cada vez que usted escogiera la obra que deseara leer.
No sé usted, a nosotros no nos caben más libros en las estanterías, sin embargo en nuestros dispositivos tenemos más de dieciséis mil, en estantes virtuales. ¿Los imagina si estuvieran impresos? Tendríamos que salir de casa, del lugar de trabajo... Espacio, volumen... Vayamos apuntando puntos positivos.

La presbicia. Esa compañera de viaje vital... a partir de cierta edad, claro. No sé usted, pero yo al menos ya voy alejando y acercando el folio para que las letras no bailen, en cambio en el dispositivo electrónico puedo adaptar el tamaño de la letra a mis necesidades. Además esas pantallas retroiluminadas no cansan, en cambio se ven magníficas cuando cae la tarde y no se quiere dejar la hamaca y la lectura, en cuyo proceso todavía me sorprendo cuando llego a una palabra cuyo significado desconozco. Sin embargo ahora puedo consultarlo en el diccionario que llevo en mi dispositivo. ¿Imagina estos aparatos en manos de escolares dirigidos por docentes que no teman que un aparato electrónico los sustituya?

Interesante ¿verdad?

Volvamos unos cuanto miles de años atrás. Estoy dibujando, con la imaginación, al primer escriba que vio a un colega dejar de utilizar las tablillas de barro cocido y sustituirlas por un papiro preparado. Seguro que se llevó las manos a la cabeza gritando que era una abominación del Alto Imperio dejar de usar las imprescindibles planchas de barro para escribir y leer. Imagine entonces cuando se dejó de usar la piel de oveja o pergamino por papel. ¿Demoníaco?
¿Imaginan a nuestros escolares con veinte kilos de barro en la mochila si no hubiéramos roto con las tradiciones? Lo cierto es que si mantuviéramos el pergamino, en invierno, podrían usarlo para cubrirse en caso de frío extremo.

Por cierto Mister Franzen, sus libros los comercializa la editorial de forma digital. Muy buena su novela Las Correcciones.

ADRIPPIeditor 2013