Lo había estudiado en COU con las urgencias que contagia la Selectividad, pero fue un noviembre, tal día como hoy, que siguiendo la costumbre de leer un fragmento o poema de un autor el día de su muerte, que mantuve durante toda la carrera, cuando me acerqué a la biblioteca de la Facultad, saqué un libro de don Luis al azar, lo abrí, me senté en la esquina de la sala de lectura y leí:
Si el hombre
pudiera decir lo que ama,
Si el hombre
pudiera levantar su amor por el cielo
Como una nube en la
luz;
Si como muros que
se derrumban,
Para saludar la
verdad erguida en medio,
Pudiera derrumbar
su cuerpo, dejando solo la verdad de su amor,
La verdad de sí
mismo,
Que no se llama
gloria, fortuna o ambición,
Sino amor o deseo,
Yo sería aquel que
imaginaba;
Aquel que con su
lengua, sus ojos y sus manos
Proclama ante los
hombres la verdad ignorada,
La verdad de su
amor verdadero.
Libertad no conozco
sino la libertad de estar preso en alguien
Cuyo nombre no
puedo oír sin escalofrío;
Alguien por quien
me olvido de esta existencia mezquina,
Por quien el día y
la noche son para mí lo que quiera,
Y mi cuerpo y
espíritu flotan en su cuerpo y espíritu
Como leños perdidos
que el mar anega o levanta
Libremente, con la
libertad del amor,
La única libertad
que me exalta,
La única libertad
por que muero.
Tú justificas mi
existencia:
Si no te conozco,
no he vivido;
Si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido.Durante esos dos minutos escasos que tardaréis en llegar al punto final... el poeta estará vivo, cerca de ti.
ADRIPPIeditor