martes, 23 de abril de 2013

SAN JORGE, LA IGNORANCIA Y EL DÍA DEL LIBRO



Queridos lectores y lectoras:

Hoy nos permitimos felicitar a San Jorge, un caballero medieval que se lanzó a defendernos del dragón de la ignoracia, armado de un libro por escudo y de un bolígrafo por espada. Cabalga por llanuras de papel y senderos de imaginación.

Hoy vamos a aparcar nuestras experiencias pedagógicas, literarias o editoriales para recordar los nombres por el que también se le conoce: Cervantes, Homero, Skahespeare, Vargas Llosa, Falcones, Millás, Montero, Grandes, García-Montero, Remarque, Bonald, Joyce, Proust, Galdós, Lope, Quevedo, Garcilaso, Éluard, Wilde...

Hoy vamos a recordar a la dama de blanco que es protegida... Nuestra dignidad como personas que crece al mismo ritmo que nuestra cultura.

Wittgenstein dijo: «Los límites de mi lengua son los límites de mi pensamiento.» Y nosotros añadimos: «Los límites de mi pensamiento son los límites de mis lecturas.»

Felicidades a todos y todas  y por supuesto: FELIZ LECTURA EN EL DÍA INTERNACIONAL DEL LIBRO.



ADRIPPI EDITOR 2013

martes, 16 de abril de 2013

ESTRATEGIAS DE MARKETING PARA QUIENES NO SE HAN DADO CUENTA DE QUE SON LECTORES.

Teníamos el espacio y el entorno, teníamos los libros y los lectores, hasta disponíamos de un gran cartel con los derechos del lector, que alguien con gran paciencia había diseñado y colgado de una de las paredes.
Ahora nos faltaban las estrategias de marketing; sí, habéis oído bien, de marketing, porque debíamos "vender" aquella biblioteca para que los alumnos, posibles lectores, se acercaran a disfrutar de algo que para ellos, hasta ese momento, era una obligación.

¿Qué hacer?

Corrió por el centro el rumor de que un profe de lengua daba un carné divertido y, ya conocemos a los chicos, cuando se regala algo todos acuden a ver qué es, principalmente por si puede comerse.


La acción no tenía nada de particular, pero aquello llamó la atención y comenzó a funcionar un sistema de préstamo asociado con la técnica de "economía de fichas".
Expliquemos un poco todo esto.
Cada libro que un lector se llevaba y devolvía, con un pequeño resumen, tenía como consecuencia un pequeño sello en uno de los cuadritos que se encontraban, dibujados, en la base del carné. En total siete.
Cuando un alumno superaba el número de libros leídos, se le entregaba el siguiente, que era de color diferente y categoría superior:

1.- Lector principiante.
2.- Lector algo menos que principiante.
3.- Lector que empieza a ser serio.
4.- Lector, a secas.
5.- Lector que empieza a ser importante.
6.- Lector con algo de experiencia.
7.- Lector experto.
8.- Lector que roza el sobresaliente.
9.- Lectorazo.
10.- Maestro lector.

Las categorías, es cierto, tenían una denominación un poco particulares, pero esa era la idea: Salirnos de lo normal y crear una nomenclatura propia. Lo cierto es que para llegar al final, un chico debía de pasar por 70 libros. Era impensable, pero era una bandera sobre una cima. Nos dábamos por contentos si llegaban a 20 al año. Os aseguro que algunos lectores llegaron a superar los 35.
Alguien reirá con incredulidad. Ojo eran libros adaptados a sus niveles al estilo de Barco de Vapor, de Tucán, de Ala Delta... No se trataba de El Quijote.

Lo cierto es que aquello empezaba a funcionar...

Adrippi 2013

martes, 9 de abril de 2013

EL ENTORNO DE LECTURA Y LOS DERECHOS DEL LECTOR INFANTIL



La creación del entorno adecuado se convirtió en un reto. Frente a mí me encontraba al subdirector que quería, gastando una fortuna, construir una biblioteca, en el centro, rodeada de las clásicas estanterías de madera con puertas de crital y llave que custodiaran el acceso a los libros.
Un profesor estaría vigilándola, durante los tiempos de recreo (¡20 minutos por la mañana y 30 por la tarde!). Aquí, entre nosotros/as, aquel espacio sería la sala de estudio, alumnos que necesitaban repasar para el examen, o de castigo, alumnos con libro de texto en ristre a los que se les había prohibido "expandirse" en el patio. Al final casi nadie accedería a los libros de los estantes. Una biblioteca muerta.
Pero la suerte estuvo, durante dos años, de mi lado: no había fondos suficientes para tan magna obra, de manera que me dieron luz verde para, utilizando un aula vacía, construir una biblioteca un tanto especial.
Pasos:
1.- Rodearse de un pequeño y selecto grupo de colaboradores (las obras unipersonales se quedan en eso: solo uno).
2.- Rapiñar ocho estanterías metálicas, fuertes y resistentes. Los niños son elefantes en una tienda de cristal.
3.- Mucho papel de envolver. Ese marrón. Si lo arrugáis y lo pegáis a la pared con cinta americana, puede simular troncos de árboles no solo montañas en los belenes de Navidad.
4.- Una buena impresora. Bien, bien, en el fondo lo que importa es que haya tinta, mucha tinta, ya que el Corel te permitía la impresión de un dibujo a cualquier tamaño, hablo de metros, con su opción de imprimir en mosaico. El problema era unir los folios DIN A4 con cinta adhesiva para darle forma a un poster de 2 metros por 2 metros. Vamos toda una aventura.
5.- En aquella época el ¡Corel Draw! instalado, hoy, evidentemente, el Photoshop.
6.- Un paquete de folios de, por lo menos, 100 gramos, para imprimir diplomas y carnés.
7.- Muchos cojines.
8.- Un teatro de guiñol (opcional ya que en nuestro caso fue un préstamo del departamento de Inglés que siempre tuvo más fondos).

Una vez preparado todo el material, dejamos descansar el cuerpo y dimos alas a la mente con la lectura del libro de DANIEL PENNAC, COMO UNA NOVELA, ED. ANAGRAMA.
Aquello fue irrepetible, porque aprendimos que la lectura debe ser sinónimo de LIBERTAD, QUE PARA LEER LOS CLÁSICOS HAY QUE LEER ANTES COSAS SENCILLAS (uff esto enfadó mucho a aquel profesor de mi Departamento que después de El Principito obligó a sus alumnos de 6º de Primaria a leer capítulos de El Quijote. Tengo que reconocer que yo lo hacía, pero con los de 1º de Bachillerato y explicando antes el contexto de cada capítulo leído).
Para Pennac la lectura debía ser una experiencia GOZOSA y para ello existen LOS DERECHOS DEL LECTOR:

1. Derecho a no leer. (¿Qué te pasa cuando te obligan a comer si no tienes hambre?)

2. El derecho a saltarse las páginas. (¿Miras la cara de todas las personas con las que te cruzas por la calle?)

3. El derecho a no terminar el libro(A veces, no es el momento, a veces no es el lugar, a veces no es el libro.)

4. El derecho a releer(¡Qué bueno te ha salido, mamá! ¿puedo repetir?)

5. El derecho a leer cualquier cosa. (Es que para gusto hay colores,mami, a ti te gustas unas cosas y a mí otras distintas.)

6. El derecho al bovarismo (Ya empezamos con los tecnicismos. Y esto qué significa. Pues sencillo, lo que le pasaba a Madame Bovary que leía compulsivamente. Me hace sonreír esa madre que me dijo: «Estoy preocupada, mi hija no ve la televisión, solo lee cosas de esas del "jarri ese" que hace magia. ¿Crees que debo preocuparme?)

7. El derecho a leer en cualquier lugar(Mientras haya luz.)

8. El derecho a hojear. (Para ver de qué trata y si interesa. Hay más libros que horas en la vida de una persona.)

9. El derecho a leer en voz alta(¿No toca el vecino la batería y no nos quejamos?)

10. El derecho a callarnos. (Porque a veces, lo que hemos leído lo tenemos que digerir.)

Y claro, como no era de otra manera, después de leer a Daniel Pennac tuvimos que callarnos para asimilarlo mejor...
De modo que dejaremos una semana de reflexión y después seguiremos con la experiencia didáctica...

Adrippi 2013

miércoles, 3 de abril de 2013

DE COCA-COLAS, PRINCIPITOS Y LECTURAS...



«La Coca-Cola no se vende sola», nos dijeron en una reunión de formación para coordinadores. Nada tenía que ver con nuestro trabajo las estrategias de la marca de bebidas, pero algo sí tenía que ver, el fondo de la frase, con algunas de nuestras actividades.
Por entonces dirigía el Departamento de Lengua y Literatura de un colegio que abarcaba todas la etapas de la Educación Primaria, Secundaria y Bachillerato.
Entre las muchas tareas que tenía encima de la mesa, había una muy interesante: la motivación a la lectura.
Venía del mundo de la Filología más pura y, tal como andaban los planes de estudios de esta carrera, la pedagogía brillaba por su ausencia, de modo que hubo que investigar.

Primera regla:

1.- Un niño no lee con solo ponerlo delante de un libro. Aplicación de la estrategia «Coca-Cola».
2.- Un niño hace lo que ve: si los padres no leen ¿por qué va a hacerlo él?
3.- Resulta horrible tener que leer un libro por el que no se siente interés. Si un adulto abandona una lectura que no le resulta grata, por qué un niño está obligado, ¿porque hay que terminar lo que se empieza? No confundamos. Cada libro tiene su momento y puede que el momento no haya llegado. Recuerdo las discusiones con uno de los profesores del Departamento que obligaba a sus chicos de 6º de Primaria a leer El Principito. No sirvieron para nada mis aclaraciones sobre que no es un libro para niños, sino una novela existencial con un trasfondo muy profundo al que un niño es incapaz de llegar, en cambio a los 17 años puede que el libro le llegue más. Su respuesta: «Yo lo tuve que leer a esa edad y me ha ido bien». La excusa era la tradición. Bien pues estoy seguro que hubo bastantes alumnos que aborrecieron la lectura. Gran trabajo, amigo, gran trabajo.
4.- Crear entornos adecuados para la lectura... pero esto, que desembocó en una experiencia deliciosa, será historia para el siguiente post...

Un saludo.