No es la primera vez que me encuentro con un alumno o una alumna que,
queriendo transmitirme sus deseos de escribir, dispara su imaginación plástica
describiéndome el espacio de trabajo de sus sueños.
Se sentará en un cómodo sillón rodeado de libros, que se
apilan de modo un tanto desordenado sobre estantes de madera que forran las
paredes, solo interrumpidos por una puerta corredera y un gran ventanal a sus
espaldas.
La música de Bach inunda el aire que remata los sentidos con
un aroma de papel y lavanda.
Es el momento de coger la pluma estilográfica de plumín tipo
BB que se deslizará por el papel ahuesado de 90 gr. Con convicción, habla de que
las palabras surgirán solas.
Me llega a la mente aquel artículo que Camilo José Cela Conde
escribió sobre su padre, el nobel, en la revista ínsula, allá por el 92.
Me tomo mi tiempo y le aconsejo:
No pongas música, te distraerá.
No hace falta que estés rodeado de libros porque o te los
has leído o no te sirven más que para adornar y eso es muy triste.
No creas que una pluma crea al escritor porque este, si es
bueno, podrá escribir con la misma calidad con un bolígrafo de propaganda del
banco de turno.
Lleva siempre un blog. No dejes de escribir esa buena idea
que te pasa por la cabeza. No confíes ese chispazo a una memoria que no siempre
cumple su función. No lo olvides: idea no apuntada, idea perdida para siempre.
Usa las nuevas tecnologías porque son de una gran ayuda. Abandona
esa idea romántica de que quien escribe debe de estar enfrentado a lo nuevo. Si
quieres mantener una imagen vintage, cómprate una pipa o un sombrero Agatha
Christie, pero recuerda que el monje que escribía en aquellos scriptorium
medievales usaba la tecnología punta del momento. ¿Crees que renegaría de un
buen procesador de textos que evita los errores con la reescritura?
ADRIPPIeditor 2013
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